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lunes, 21 de junio de 2010

Nosotros, la "E".
















































































Yo estudié en el mejor colegio de España, estoy hablando, obviously, del Colegio Nuestra Señora del Pilar. El de la calle Castelló nº 56 de Madrid, el fetén, no confundir con nuestros "primos" del Santa María del Pilar, que era otra cosa.
Y dentro del Pilar tuve la suerte de caer en la "E". La "E" fué el ultimo rango de clase, fruto del baby-boom al que con tanto ahínco y productivos resultados se dedicaron los "hacedores de nuestros días".
En el Colegio siempre habían existido la A, la B, la C y la D. Tradicionalmente la A era la clase de los "pijos-Carmen Lomana", la B la de los "pijos-canallas", la C las de los "marrulleros jugando al fútbol" y la D un vivero de "delincuentes comunes". (Recuerdo que yo, antes de repetir en "Ingreso" era de la D). El Pilar debió pensar que yo era un tipo recuperable y me metió en la E, en una especie de experimento de reinserción social.
Nosotros fuimos la primera E del Colegio. Y teniamos que inventarnos una personalidad que hasta entonces no existía. Eramos una especie de híbrido entre el desecho de tienta y el explorador del Oeste Americano. Eramos tan raros, tan nosotros mismos, que enseguida fuimos especiales e únicos.
Y es que la E era una especie incasificable. Había tipos de todos los calados, desde los que sabían hablar en latín con algunos profesores, como Vicent, irrepetibles como Germán, al que no le pusierón en la A porque allí no había categoría; cerebros alemanes como Manolo Laso, mentes criminales como Juan Manuel de Simón, o..., eramos cuarenta tios fuera de serie. Tan cimarrones por separado que eramos un pura sangre en su conjunto.
Yo creo que había una categoria en la que cabiamos todos: eramos muy buena gente. Probablemete ese ha sido el invisible pegamento que nos ha mantenido unidos todos estos años, y que cuando nos vemos, a pesar del tiempo que haya pasado, tengamos la sensación de que "acabamos de subir del patio".
Pues hace unos días nos juntamos veinte de aquellos cuarenta que Leonidas no hubiera querido para nada entre sus trescientos de las Termópilas ( a excepción de José Cañizares Cordero ) y nos lo pasamos de puta madre. Las fotazos son de Pedro Sanz.
Bernardo Alemany nos ha llamado "hermanos de tinta y tiza" , y yo nunca me he sentido tan orgulloso de pertenecer a un grupo, a una hermandad como esta.
Espero que nos sigamos viendo, cuando Manolo Arias Paz tenga a bien convocarnos; Manolo cuando las cosas se hacen bien para que vas a cambiarlas. Y que nuestro Paco Rón, nos siga atendiendo tan ricamente, en el mas amplio sentido de la palabra, en su casa, el restaurante Viavelez, desde el pasado viernes nuestro club social.
Que sea así hasta que el tiempo borre nuestra memoria.












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